jueves, 31 de marzo de 2016

Crisis de 1930

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Gran Depresión
Madre migrante, foto de Dorothea Lange, muestra a los desposeídos cosechadores de California, y se centra en Florence Owens Thompson, de 32 años, madre de 7 hijos, en Nipomo, California (marzo de 1936).

La Gran Depresión, también conocida como crisis del veintinueve, fue una crisis económica mundial que se prolongó durante la década de 1930, en los años anteriores a la Segunda Guerra Mundial. Su duración depende de los países que se analicen, pero en la mayoría comenzó alrededor de 1929 y se extendió hasta finales de la década de los años treinta o principios de los cuarenta. Fue la depresión más larga en el tiempo, de mayor profundidad y la que afectó a mayor número de países en el siglo XX. En el siglo XXI ha sido utilizada como paradigma de hasta qué punto se puede producir un grave deterioro de la economía a escala mundial.

La llamada Gran Depresión se originó en Estados Unidos, a partir de la caída de la bolsa del 29 de octubre de 1929 (conocido como crac del 29 o Martes Negro, aunque cinco días antes, el 24 de octubre, ya se había producido el Jueves Negro), y rápidamente se extendió a casi todos los países del mundo.

La depresión tuvo efectos devastadores en casi todos los países, ricos y pobres, donde la inseguridad y la miseria se transmitieron como una epidemia, de modo que cayeron la renta nacional, los ingresos fiscales, los beneficios empresariales y los precios. El comercio internacional descendió entre un 50 y un 66 por ciento. El desempleo en Estados Unidos aumentó al 25 por ciento, y en algunos países alcanzó el 33 por ciento.[1] Ciudades de todo el mundo se vieron gravemente afectadas, especialmente las que dependían de la industria pesada, y la industria de la construcción se detuvo prácticamente en muchas áreas. La agricultura y las zonas rurales sufrieron la caída de los precios de las cosechas, que alcanzó aproximadamente un 60 por ciento.[2] [3] [4] Ante la caída de la demanda, las zonas dependientes de las industrias del sector primario, con pocas fuentes alternativas de empleo, fueron las más perjudicadas.[5]

Los países comenzaron a recuperarse progresivamente a mediados de la década de 1930, pero sus efectos negativos en muchos zonas duraron hasta el comienzo de la Segunda Guerra Mundial.[6] La elección de Franklin Delano Roosevelt como presidente y el establecimiento del New Deal en 1932 marcó el inicio del final de la Gran Depresión en Estados Unidos. Sin embargo, en Alemania, la desaparición de la financiación exterior, a principios de la década de 1930, y el aumento de las dificultades económicas, propiciaron la aparición del nacional-socialismo y la llegada de Adolf Hitler al poder.

AntecedentesEditar
Consecuencias económicas de la Primera Guerra MundialEditar
Artículo principal: Consecuencias económicas de la Primera Guerra Mundial

La Primera Guerra Mundial tuvo consecuencias económicas profundas y duraderas al poner fin al orden económico internacional existente desde la segunda mitad del siglo XIX. Supuso un descenso demográfico directo e indirecto de alrededor del 10 por ciento de la población latina y de un 3,5 por ciento del capital existente.[7] Desde el punto de vista financiero, el conflicto bélico conllevó un gasto público descomunal en Europa financiado por deuda pública tanto interna como externa que supuso la multiplicación por seis de la deuda ya existente; también generó la creación de dinero, lo que supuso una fuerte presión inflacionista.

En el transcurso de la guerra, diversas naciones no participantes en el conflicto como Estados Unidos y Japón se apoderaron de algunos mercados internacionales, tradicionalmente dominados por los europeos, que en ese momento centraban sus esfuerzos industriales en la producción militar. En el sector agrícola, la demanda exterior de productos alimenticios de los países participantes creció durante la guerra, lo que estimuló la producción agrícola de los países neutrales, que al acabar la guerra y volver a la situación anterior vieron cómo contaban con una oferta excesiva de productos agrícolas, lo que forzó una reducción de los precios en este sector, que sufrió grandes perdidas.

La guerra también estableció un nuevo mapa político de Europa con nuevas fronteras que trastocó la estructura económica y comercial del continente, al romper mercados y perder eficiencia económica, con lo que fueron necesarias nuevas inversiones.

Las reparaciones económicas impuestas por los vencedores de la guerra a los derrotados fueron astronómicas. La cantidad fijada para Alemania por el Comité de Reparaciones, en 1921, fue de 132.000 millones de marcos oro,[8] lo que significaba, en su momento inicial, el pago anual del 6 por ciento del producto interno bruto (PIB) de ese país. Los acreedores cobraron solo una pequeña parte de las deudas, a costa de que la economía internacional perdiese oportunidades de fortalecimiento y crecimiento.[7]
Véanse también: Ocupación del Ruhr, Plan Dawes, Plan Young e Hiperinflación en la República de Weimar.
Crecimiento de Estados UnidosEditar
Artículo principal: Felices años veinte

Tras el final de la Primera Guerra Mundial, Estados Unidos experimentó un fuerte crecimiento económico, y desplazó a Gran Bretaña del liderazgo económico mundial. Durante los años previos a la Gran Depresión se incrementó en aquel país la producción y la demanda de sus productos, con una profunda transformación productiva dominada por la innovación tecnológica. Del optimismo y de la bonanza económica también participó la Bolsa, que vivió un prolongado incremento de las cotizaciones, lo que permitió la formación de una burbuja especulativa, financiada por el crédito. Desde antes del verano de 1929, varios indicadores macroeconómicos habían empezado a sufrir un suave descenso, sin que los economistas de la época lo detectaran y se tomaran las medidas preventivas adecuadas.
CausasEditar

En 1925, la economía mundial se hallaba bastante equilibrada: la producción había vuelto al nivel de antes de la Primera Guerra Mundial, la cotización de las materias primas parecía estabilizada y los países que atravesaban un periodo de alta coyuntura eran numerosos. Sin embargo, no era un retorno a la belle époque. Una serie de equilibrios tradicionales quedaban alterados: la producción y el bienestar progresaban de manera espectacular en unas partes (Estados Unidos, Japón), mientras que en otras (en particular, en el Reino Unido), perdida la prosperidad anterior a la guerra, la población vivía abrumada por el desempleo y las crisis endémicas.

Al propio tiempo, los estadounidenses complicaban de singular manera la posición de los europeos. La deuda internacional no podía pagarse sino con oro o mercancías, y los estadounidenses frenaban sus importaciones de Europa con los nuevos derechos de aduana, cada vez más elevados, al tiempo que utilizaban su superioridad para imponer sus exportaciones a Europa.
Plan Dawes y Plan YoungEditar

Por otra parte, los Estados Unidos disponían de las mayores reservas de oro del mundo y, para mantener el patrón oro, hubo de conceder cuantiosos préstamos a Europa. Tal fue el origen de los planes Dawes y Young.

En 1924, la economía estadounidense vivía en plena era de prosperidad, y la guerra europea la acrecentó: durante tres años sucesivos, los Estados Unidos fueron los proveedores de un mercado casi ilimitado, mientras las potencias europeas se aniquilaban entre sí. La capacidad industrial de los Estados Unidos también había aumentado considerablemente, y su agricultura progresaba a idéntico ritmo.

Desde 1925, la actividad de la Bolsa de Nueva York había evolucionado tan vertiginosamente como la producción industrial del país. La cotización de las acciones subía regularmente de año en año, y fueron numerosos los estadounidenses que hallaron en la especulación de la bolsa la fuente de una rápida fortuna: la fiebre de jugar a la bolsa tentaba a todos los estratos de la población de modo irresistible, tanto rentistas y jubilados como aprendices, que ignoraban todo lo relativo a la industria, a la economía y a la misma bolsa. Todo el mundo consideraba que la economía del país se encaminaba hacía niveles insospechados, y todos estaban persuadidos de que las "mejores acciones" podían conseguirse con muy poco dinero, pensando que debía aprovecharse de aquella buena suerte antes de que pudiera terminarse.

La continua demanda hizo subir las acciones a alturas increíbles, y pronto la cotización en la bolsa fue pura especulación, que nada tenía de común con la auténtica solvencia de la sociedad.

Mientras sólo se trató, para el ciudadano medio, de invertir sus economías, la especulación siguió dentro de ciertos límites más o menos razonables, pero transcurrió el tiempo y los estadounidenses empezaron a jugar a la bolsa con dinero prestado.

Una acción de cien dólares nominales podía obtenerse solo por diez, mientras el resto, llamado "excedente" -o sea, noventa dólares-, se pagaba a crédito. Si la acción seguía subiendo, todo iba perfectamente: un alza del 10 por ciento, esto es, que pasara de 100 a 110 dólares proporcionaba al accionista un beneficio neto del 100 por ciento sobre los 10 dólares que en realidad había desembolsado. En cambio, si la acción bajaba en un 5 o en un 10 por ciento, el corredor bursátil exigía nuevo pago al contado, y si el cliente no podía hacer frente al mismo, se veía obligado a vender con pérdidas, con el fin de cubrirse él y cubrir a otros posibles acreedores.

Entre los pequeños especuladores -decenas de millares de ciudadanos-, eran muy pocos los que poseían reservas de liquidez apreciable.
Desarrollo de la crisisEditar
El crac bursátilEditar
Multitud reunida en la intersección de Wall Street con Broad Street, al enterarse de la quiebra de la bolsa en 1929.
Artículo principal: Crac del 29

La crisis se originó en los Estados Unidos, a partir de la caída de la bolsa del 29 de octubre de 1929 (conocido como Martes Negro, aunque cinco días antes, el 24 de octubre, ya se había producido el Jueves Negro), y rápidamente se extendió a casi todos los países del mundo.

La coyuntura del alza, denominada allí Big Bull Market, descansaba así sobre una base sumamente frágil. Todo el sistema se derrumbó en octubre de 1929, y en pocos días -en cuestión de horas, incluso- las cotizaciones perdieron todo cuanto habían ganado durante meses o, mejor dicho, durante años. Los pequeños especuladores quedaron arruinados y tuvieron que vender con enormes pérdidas, y al cundir el pánico los grandes capitalistas se encontraron también con dificultades.

El 23 de octubre de 1929 las cotizaciones registraron una pérdida media de 18 a 20 puntos, y pasaron de mano en mano unos seis millones de títulos; al día siguiente, nueva caída de las cotizaciones, entre 20 y 30 puntos, e incluso de 30 a 40 para las grandes empresas.

En tan crítico momento, los primeros bancos del país y los corredores de bolsa más destacados intentaron salvar los negocios y reunieron 240 millones de dólares para sostener las cotizaciones mediante compras masivas, y en aquella sola jornada cambiaron de mano trece millones de acciones.

Tan desesperada tentativa produjo sólo resultados de carácter momentáneo; el lunes 28 de octubre, se produjo un nuevo descenso de 30 a 50 puntos, y al día siguiente -que pasó a la historia con el nombre de "Martes Negro"- fue la jornada más sombría de Wall Street. El pánico fue absoluto: en pocas horas, dieciséis millones y medio de acciones se vendieron con pérdidas a un promedio del 40 por ciento.

Más tarde, en noviembre, cuando se habían calmado un poco los ánimos, las cotizaciones habían descendido a la mitad desde el comienzo de la crisis de la bolsa, y no menos de 50.000 millones de dólares se habían desvanecido como el humo, con lo que quedaron en evidencia la inseguridad y fragilidad de los sistemas financieros.

La quiebra de la Bolsa de Nueva York fue el momento más dramático de una crisis sin precedentes; de todos modos, el derrumbamiento de Wall Street no fue el prólogo ni la causa de la crisis económica mundial: fue sólo su más espectacular síntoma. La desmedida producción no planificada y la brutal competencia que acarreó supusieron un rápido aumento de productos que no hallaban mercado, a la par de una acumulación monopolística de capitales en unas cuantas manos de grandes propietarios - "vejez de la industria", se la denominó -, sistema de una peligrosa concentración de capitales.

Los primeros indicios de recesión se dejaban sentir ya en los países productores de materias primas, mientras Wall Street vivía aún en plena euforia, primer síntoma de la falta de vigilancia y prevención de las situaciones cambiantes, por exceso de confianza. La depresión tenía causas múltiples: tras un periodo de fuerte expansión, sobrevino una crisis de coyuntura y adaptación, que podría decirse "normal", pero que estalló con violencia inaudita. De todas formas aquella crisis "normal" hasta cierto punto, era asimismo estructural, resultado de la guerra y sus funestas consecuencias, tales como la presión fiscal, las deudas de guerra y las reparaciones alemanas.[cita requerida]

La racionalización y las nuevas técnicas industriales y agrícolas contribuían igualmente a la crisis. El aumento de producción por hora trabajada, sin aumentar la mano de obra, es beneficioso para la industria, pero no en todas las circunstancias. Un ritmo de expansión demasiado rápido acarrea dificultades de transición y adaptación. La racionalización del trabajo suprime empleos, y los trabajos disponibles para otros sectores de la producción, al haber desempleo, no pueden adaptarse siempre con suficiente rapidez; por tanto, este problema de readaptación provoca, en la mayoría de los países, un bache importante apenas transcurre el periodo de alta coyuntura. Aparte de ello, las dificultades internas y la inestabilidad de la política mundial impedían entonces la elaboración de cualquier planificación a largo plazo.

La quiebra norteamericana no fue en sus comienzos sino una quiebra de índole bolsística, el brusco estallido y desmoronamiento de un mito creado por los especuladores; no obstante, sus consecuencias fueron hondas y duraderas. Las personas arruinadas a causa del derrumbamiento de la bolsa de valores limitaron sus gastos, los afortunados que todavía disponían de algún capital quedaron atemorizados y se negaban a invertirlo de nuevo, y las fuentes de crédito se agotaron. Las consecuencias de todo ello fueron fatales en general para Europa y en particular para la economía alemana, que dependía casi por entero de los préstamos de los Estados Unidos a corto plazo.
La quiebra del sistema bancarioEditar

La inexistencia en Estados Unidos de un sector bancario fuerte de ámbito nacional y la quiebra inicial de algunos bancos hizo que la crisis bancaria se extendiera por todo el país, lo que multiplicó los efectos de la crisis. La Reserva Federal era la única que podía haber evitado una caída en cadena de los bancos mediante concesión de liquidez de forma masiva a los bancos, pero los gestores de la Reserva Federal, muy al contrario, redujeron la oferta monetaria y subieron los tipos de interés, y provocaron una oleada masiva de quiebras bancarias. Esta reducción de la oferta monetaria también provocó el inicio de un proceso deflacionista y la reducción drástica del consumo y el comienzo de una intensa depresión.
Efectos de la crisisEditar
PIB estadounidense en el período 1910–1960. La franja rosa resalta los años de la Gran Depresión (1929–1939).
Desempleo en Estados Unidos en el período 1910–1960. La franja rosa resalta los años de la Gran Depresión (1929–1939).

La depresión subsiguiente fue la peor de la historia estadounidense. Durante al menos tres años y medio todos los indicadores sociales y económicos reflejaron un progresivo deterioro de la situación. En 1932 el producto interno bruto (PIB) había disminuido un 27 por ciento, y la producción industrial, un 50 por ciento. La inversión ni siquiera alcanzaba para el mantenimiento de las instalaciones existentes. Bajo estas presiones, el sistema bancario acabó por derrumbarse. En 1933, el desempleo llegó al 25 por ciento. Solo en 1940 se recobró el nivel de producción previo a 1929, y esto se debió al estallido de la II Guerra Mundial. Durante los primeros años de la depresión, entre 1929 y 1932, el índice general de precios en Estados Unidos disminuyó el 35,6 por ciento.[9] Muchos economistas piensan que este proceso de deflación fue responsable de la profundidad y duración de la depresión, y también parece probable que esta prolongada deflación sólo fue posible por la política del Sistema de Reserva Federal de disminuir la oferta monetaria.[10]

Reducción del PIB en Estados Unidos durante la depresión
Año Reducción del PIB (%)
1930 9,9
1931 7,7
1932 14,9
Instituto Universitario de Análisis Económico y Social. Universidad de Alcalá[11]

Los sectores más gravemente afectados por la depresión fueron la agricultura, la producción de bienes de consumo y la industria pesada. Esto provocó que ciudades como Detroit y Chicago, que dependían de la industria pesada, sufrieran la crisis con más intensidad. A su vez, hubo ciudades dependientes de una sola industria que terminaron totalmente arruinadas. En 1932, el nivel de actividad al que estaba funcionando la industria era tan bajo que incluso una eventual demanda del mercado podía ser satisfecha sin necesidad de inversión y sin recurrir a más mano de obra. De modo semejante, el sector de la vivienda estaba también saturado de casas vacías cuyos propietarios no habían podido hacer frente a las hipotecas. Sin embargo, lo que más se resintió fue la confianza de los empresarios, quienes poseían grandes dudas sobre la utilidad de nuevas inversiones. El hundimiento de la bolsa fue además una causa directa de la reducción de los beneficios empresariales y destruyó el incentivo individual al ahorro, y se redujo así el volumen de los recursos destinados a la inversión. El nivel extraordinariamente bajo de los ingresos agrícolas fue decisivo y retardó considerablemente la recuperación. La agricultura fue el sector más deprimido de la economía, y los productores habían disminuido sus ingresos en un 70 por ciento. Gran parte de las cosechas no se vendían, y comenzaron a disminuir la producción demasiado tarde. A su vez, como la gran mayoría de los pequeños agricultores estaban endeudados, se veían forzados a vender sus productos o a perder sus propiedades.

El funcionamiento del sistema bancario norteamericano fue el factor individual que mayor influencia tuvo sobre la profundidad alcanzada por la depresión. Los bancos se apoyaban en unas pocas industrias locales y eran muy susceptibles a las retiradas de fondos. Al producirse una corrida bancaria masiva, los ahorros se tornaron menores que los ingresos y los bancos no podían prestar dinero. A su vez, las garantías, como las casas, contra las cuales se habían vendido los préstamos eran invendibles. A pesar de la debilidad del sistema bancario, su derrumbamiento pudo haberse evitado, pero el gobierno no hizo nada para rescatar a los bancos. Es más, lo que se pensaba en ese entonces era que la depresión suponía una purga que desembarazaría a la economía de sus aspectos menos eficientes, y que las bancarrotas y los despidos eran parte necesaria de este proceso de retorno al equilibrio.
La difusión de la crisisEditar

La depresión norteamericana de la actividad económica fue acompañada por una reducción adicional del préstamo hacia el extranjero y una fuerte contracción de la demanda de importaciones. Esto produjo una gran reducción del flujo de dólares hacia Europa y el resto del mundo. Dada la importancia de Estados Unidos en la economía mundial, el impacto de su crisis sobre el resto del mundo fue fuerte; por eso se dice que Estados Unidos exportó su crisis. Prácticamente todos los países padecieron declives tanto en la producción industrial como en el PIB, y la URSS fue la principal excepción al estar aislada de los estragos del capitalismo moderno. El siguiente cuadro muestra la caída de la renta y la producción industrial entre el comienzo de la crisis en 1929 y 1932, año que marcó el momento de mayor profundidad en el descenso de los indicadores económicos.
País PIB 1932 (1929 =100) Producción industrial 1932 (1929=100%)
Austria 80 62
Francia 86 74
Alemania 77 61
Japón 101 -
Reino Unido 95 89
Italia 98 86
Países Bajos 93 84
España 97 84
Estados Unidos 73 62
Fuente:[12]

A principios de 1931, si bien persistía la deflación y la desocupación era alta, los países más afectados eran los exportadores de materias primas, y varios de ellos debieron abandonar el patrón oro. Sin embargo, con la quiebra del Credit Anstalt, el principal banco de Austria, se produjo una fuga de capitales en Alemania, Gran Bretaña y en Estados Unidos, quien decidió terminar con el patrón oro. Hacia finales de 1932, casi todos los países del mundo lo habían hecho.

Alemania, logró una moratoria en el pago de las reparaciones de la deuda pero igual decidió aumentar las tasas de interés. Esto provocó una profundización en la caída de la actividad económica y un incremento de la desocupación. La devaluación del marco fue descartada por temor a la inflación. La alta desocupación creó un clima de conflictividad social y política que allanó el camino a la llegada de Hitler al poder. Gran Bretaña, por su parte, abandonó el sistema monetario tradicional dejando flotar la libra, esto produjo su depreciación. Esto fue la demostración del liderazgo británico y permitió que la economía británica se recuperara de forma razonable librada de las condiciones impuestas por una moneda sobrevaluada y altas tasas de interés.

En poco tiempo se produjo la desorganización y la destrucción parcial de la maquinaria que movía la economía internacional. Los países buscaron una salida individual a la crisis al desaparecer la cooperación financiera. Esto produjo un deterioro de los términos de intercambio y significó el descenso de los precios de las materias primas respecto a los productos manufacturados. En un contexto de escasez de crédito, el resultado para los países periféricos fue la perdida de reservas y la depreciación del tipo de cambio. Los países periféricos adoptaron dos tipos de políticas: las pasivas y las activas. La pasividad fue el mantenimiento de la ortodoxia monetaria y cambiaría con respecto a los países centrales, y fue realizado por países pequeños con alta dependencia del mercado como Haití, Honduras y Panamá. Las políticas activas fueron modificar el tipo de cambio, controlar las importaciones, intervencionismo estatal e industrialización por sustitución de importación. Estos fueron el caso de Argentina, Brasil y Uruguay.
El hundimiento del comercio internacionalEditar

Uno de los factores de propagación de la crisis fue el hundimiento brutal del comercio internacional, que llegó a perder dos terceras partes del valor alcanzado en 1929. Este descalabro del comercio trasladó los efectos de la crisis hasta aquellos países que tenían sus economías abiertas al exterior.

El hundimiento del comercio internacional se prolongó durante mucho tiempo. En 1938 el valor del comercio mundial se situaba todavía por debajo de la mitad del nivel del año 1929. La razón del mantenimiento de la caída fue la adopción generalizada de políticas comerciales proteccionistas encabezadas por Estados Unidos y Gran Bretaña que desencadenaron una guerra comercial que junto con la bajada de la demanda por la propia depresión redujo el comercio mundial.[13] Durante la década se tomaron diversas medidas:

Control de cambios: diferentes formas de restricciones oficiales sobre las transacciones privadas de divisas extranjeras. Los gobiernos exigieron de los exportadores las divisas recibidas por sus ventas entregándoselas a los importadores como pago de sus compras, en ambas operaciones el precio era fijado por el gobierno. Esto produjo aislamiento y favoreció el desarrollo de las industrias internas al limitar la entrada de mercaderías.

Acuerdos bilaterales: buscaban el equilibrio entre las cuentas mutuas de dos países que querían mantener alto el nivel de comercio sin movilizar oro ni divisas. Un ejemplo son los acuerdos de compensación que consistía en una forma moderna de trueque en los cuales no era necesario ningún tipo de movimiento monetario. Otro tipo de acuerdo bilateral era el clearing, que consistía en abrir una cuenta en cada país a través de los cuales se efectuaban los pagos por exportación e importación. Alemania fue uno de los que utilizó estos dos tipos de acuerdos. Finalmente, los acuerdos de pagos, que se establecían entre países con tipo de cambio fijo y países con controles de cambio, buscaban resolver los problemas de deudas congeladas e intereses impagos de los últimos países. Fueron utilizados preferentemente por Gran Bretaña.

Aranceles al comercio: las tarifas fueron el mayor obstáculo para el intercambio internacional de bienes. Incluso Gran Bretaña, país con fuerte tradición liberal, aprobó una ley de derechos de importación que imponía una tasa del 10% sobre todas las importaciones fuera de la Commonwealth.

El colapso en el que se encontraba la economía en 1932 fue extendiendo la idea de que era necesaria la colaboración internacional para combatir la crisis comercial y financiera. Por esta razón, se convocó a la Conferencia económica mundial en 1933. Pero como Estados Unidos salió del patrón oro convirtiendo al dólar en una moneda fluctuante, la reunión se clausuró sin ningún éxito.

Tres años más tarde, con el dólar estabilizado, se produjeron nuevos intentos de cooperación internacional como el acuerdo tripartito entre Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos, con el objetivo de regular los tipos de cambio. Varios países hicieron acuerdos regionales como el de la Cuenca del Danubio en el cual Hungría, Rumania, Bulgaria y Yugoslavia concedieron preferencias arancelarias a sus productos. Pero el pacto más famoso fue el realizado por los países de la Commonwealth en la Conferencia de Ottawa celebrada en 1932, donde se acordó un sistema de preferencias mutuas para las importaciones provenientes de los miembros de la comunidad.
El papel del keynesianismo
La recuperación en Estados Unidos
La recuperación europea
Véase también
Referencias
Bibliografía recomendada
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