jueves, 31 de marzo de 2016

Nazismo

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Nazismo
Adolf Hitler, Führer de la Alemania nazi, y Ernst Röhm, cofundador y comandante de las Sturmabteilung, realizando el saludo fascista.

Nazismo es la contracción de la voz alemana Nationalsozialismus, que significa nacionalsocialismo, y hace referencia a todo lo relacionado con la ideología y el régimen que gobernó Alemania de 1933 a 1945 con la llegada al poder del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán de Adolf Hitler (NSDAP), el autoproclamado Tercer Reich y Austria a partir de la Anschluss, así como los demás territorios que lo conformaron —Sudetes, Memel, Danzig y otras tierras en Polonia, Francia, Checoslovaquia, Hungría, Países Bajos, Dinamarca y Noruega—. La Alemania de este período se conoce como la Alemania nazi.

Es una ideología alemana gestada en la década de los años 1920, pero que no alcanzará importancia hasta los años 30, momento en que las duras condiciones de paz impuestas en el Tratado de Versalles (1919) se juntan con la grave crisis mundial del Jueves Negro en 1929 (véase Gran Depresión). En Alemania la situación es más acuciante aún, ya que a los devastadores efectos económicos se sumaba la obligación de pagar el tributo de la derrota en la Primera Guerra Mundial, y el descontento popular ante la injusta situación que hacía que las calles se llenaran de manifestaciones extremistas de toda índole, tanto de izquierda como de derecha.[1]

Esta situación culmina con el fuerte descrédito de las democracias liberales, dado que las dictaduras que surgieron demostraron ser capaces de controlar y resolver las crisis más efectivamente que las democracias.[nota 1] Tanto la Unión Soviética, como la Italia de Benito Mussolini —quien fue elogiado por «hacer que los trenes llegaran a tiempo», es decir, por poner fin a las huelgas y caos económico que había dominado a ese país— y el Imperio del Japón, países todos en los que se impusieron «gobiernos fuertes», no solo resolvieron la crisis a mediados de los 30 sino que fueron percibidas como restaurando el orden social aun con anterioridad a esa solución a problemas económicos.[nota 2]

A esa crisis político económica hay que agregar una crisis ideológica aún anterior que se ha sugerido se extiende desde 1890 a 1930 y que ha sido caracterizado como una «revolución contra el positivismo».[2] Tanto los valores como las aproximaciones a la sociedad y la política que formaban la base de la civilización occidental fueron percibidas como superadas reliquias del racionalismo proveniente de la Ilustración. Específicamente, tanto el fascismo como los desarrollos intelectuales que lo antecedieron buscaron transcender lo que se percibía como la decadencia del Occidente[3] (véase, por ejemplo, La decadencia de Occidente).

Consecuentemente, el Zeitgeist de esa época puede ser descrito como una amalgama o mezcla de ideas caracterizado por un rechazo al racionalismo, proceso que es generalmente percibido como iniciándose con Friedrich Nietzsche, junto a tentativas de incorporar «explicaciones científicas» a preconcepciones o incluso prejuicios explicativos del mundo, por ejemplo, un racismo latente, que dieron origen a propuestas tales como las de la eugenesia, etc., y en lo político, bajo la influencia de pensadores tales como Georges Sorel, Vilfredo Pareto,[4] [nota 3] Martin Heidegger (supuestamente),[nota 4] Gaetano Mosca, y, especialmente, Robert Michels; a percepciones político elitistas basadas en un culto del héroe y la fuerza que culminan en una versión del darwinismo social.[5] Percepciones que adquieren connotaciones más extremas en su divulgación y vulgarización.[2]

Como influencia importante en el desarrollo de ese Zeitgeist se puede mencionar la obra de Arthur de Gobineau, que propuso que en cada nación hay una diferencia racial entre los comunes y las clases dirigentes. Estos últimos serían todos miembros de la raza aria, quienes son no solo la raza dominante sino también la creativa.[6] Posteriormente, Houston Stewart Chamberlain identifica «los arios» con los teutones; en adición a tratar de demostrar que todos los grandes personajes de la historia —incluidos Jesucristo, Julio César o Voltaire, entre otros— fueron realmente arios, agrega:

    Los teutones son el alma de nuestra civilización. La importancia de cualquier nación, en la medida que es un poder actual, está en relación directa a la genuina sangre teutona presente en su población
    H. S. Chamberlain (1899). Foundations of the Nineteenth Century.

Múltiples autores también resaltan el papel que tuvo la teoría evolucionista, y el darwinismo social incorporados a la ideología nazi, como factores que propiciaron la posterior generación de racismo, la creación del nacionalismo, la propagación de la política neoimperialista y parte diversos pilares ideológicos del nazismo basados en la aplicación política de la idea de la «supremacía del más fuerte».[7] [8] [9] [10] [11] [12] [13]

También de importancia fueron percepciones que se pueden ver ejemplificadas en la obra de, por ejemplo, Benjamin Kidd, quien propuso:

    Nuestra civilización ha sido dada a luz como resultado de un proceso de fuerza sin paralelos en la historia de la raza. Por épocas incontables el combativo macho europeo se ha desbordado a través de Europa en sucesivas olas de avance y conquista, venciendo, exterminando, aplastando, dominando, tomando posesión. Los más aptos, que han sobrevivido esas sucesivas olas de conquista, son los más aptos por el derecho de la fuerza y en virtud de un proceso de selección militar, probablemente el más largo en la historia, el más duro, probablemente el más elevante al que la raza ha sido sometida.
    Benjamin Kidd (1919). The Science of Power, pp. 4-5.

Para Kidd, el combativo hombre europeo es un pagano que rinde homenaje pero no entiende ni acepta en su corazón la validez de «una religión que es la total negación de la fuerza». Ese hombre europeo ha introducido el «espíritu de la guerra» en «todas las instituciones que ha creado» y «la creencia que la fuerza es el principio último del mundo». Ese «hombre de la civilización occidental ha llegado a ser por la fuerza de las circunstancias el supremo animal de combate de la creación. La Historia y la Selección Natural lo han hecho lo que es»,[14] «por la fuerza ha conquistado el mundo y por la fuerza lo controla».[14] Otras visiones de influencia en esa percepción son las de Oswald Spengler, para quien Mussolini era el parangón del nuevo César, que se levantará del Occidente en ruinas para reinar en la «era de la civilización avanzada», por analogía a los césares de la Antigüedad.

En Alemania, específicamente esa rebelión contra el racionalismo dio origen, entre otras cosas, a una variedad de asociaciones que promovían un retorno a visiones romantizadas del pasado alemán (véase Völkisch), en lo cual Richard Wagner tuvo alguna influencia[nota 5] y una sociedad ocultista y semisecreta, la Sociedad Thule —basada en la ariosofía y primeros en usar la esvástica en el contexto de la época— que patrocinó el Partido Obrero Alemán (DAP), más tarde transformado por Hitler en el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán.[15]

A lo anterior se ha sugerido que hay que agregar factores específicamente alemanes. A pesar que Maurice Duverger considera tales consideraciones pocos convincentes a fin de explicar el desarrollo del nazismo,[16] se ha afirmado que no se puede explicar el nazismo sin considerar su origen[17] y que entre los factores que explican ese origen se debe mencionar una tradición cultural (volkgeist)[18] —que se remonta a personajes tales Lorenz von Stein y Bismarck (véase Estado social)— en la cual el Estado adquiría poderes dictatoriales, demandando orden, disciplina y control social estricto a fin de de garantizar crecimiento y el bienestar económico de la población.[19]

Esa tradición se transforma, bajo la influencia de personajes tales como Ernst Forsthoff, jurista conservador de gran influencia, quien, a partir del periodo de la República de Weimar, postula que los individuos están subordinados ya sea al «Estado absoluto» o al «Volk», bajo la dirección de un líder o Führer.[20]

El nazismo transforma, sin mucha dificultad, ese culto a la fuerza del más fuerte que es el ario en un antisemitismo puro y simple, utilizando la preexistente leyenda de una conspiración judía para hacerse con el control mundial (véase Nuevo Orden Mundial (conspiración) y Los protocolos de los sabios de Sion) para explicar la derrota alemana en la Primera Guerra Mundial: el ejército de ese país fue traicionado y «apuñalado en la espalda» (véase Leyenda de la puñalada por la espalda)[21] por los bolcheviques y judíos. Esa «traición» se extiende al gobierno socialdemócrata de la República de Weimar que permite ahora que esos mismos judíos y otros financieros se beneficien de la inflación, y otros problemas que afectan a los alemanes[22] (véase Hiperinflación en la República de Weimar). Aduciendo además que muchos de los principales líderes comunistas son también judíos, asimilan ambos conceptos en una gran «conspiración judeo-marxista».[23]

El nazismo se concreta como una ideología totalitario de índole fascista en la medida en que se caracteriza por dar una importancia central y absoluta al Estado —a partir del cual se debe organizar toda actividad nacional[24] (véase Gleichschaltung)— representado o encarnado y bajo la dirección o liderazgo de un caudillo supremo, en este caso Hitler, y por proponer un racismo, nacionalismo e imperialismo visceral que debe llevar a conquistar los pueblos que se consideren inferiores (véase Lebensraum). A partir de 1926, Hitler centralizó incrementalmente la capacidad de decisiones en el partido. Los dirigentes locales y regionales y otros cargos no eran electos, sino nombrados, de acuerdo al Führerprinzip (‘principio de autoridad’) directamente por Hitler, y a él respondían, demandando, a su vez, obediencia absoluta de sus subordinados. El poder y autoridad emanaba del líder, no de la base.[25] [26] [27]

TérminoEditar

La vigésimo segunda edición del Diccionario de la lengua española define nazismo como el «movimiento político y social del Tercer Reich alemán, de carácter pangermanista, fascista y antisemita».[28] Etimológicamente, el término nazi proviene de dos sílabas del nombre oficial del partido: Nationalsozialistische Deutsche Arbeiter Partei.[29] Los miembros del partido se identificaban a sí mismos generalmente como nationalsozialisten (nacionalsocialistas) y solo raramente como nazis. El origen y uso de nazi es similar al de sozi, palabra del lenguaje diario para designar a los miembros del Partido Socialdemócrata de Alemania (Sozialdemokratische Partei Deutschlands).[30] En 1933, cuando Hitler asumió poder en el gobierno alemán, el uso del término disminuyó en Alemania, aunque en Austria sus oponentes lo continuaron usando con una connotación despectiva.[30] A partir de eso, el término ha adquirido una connotación crecientemente peyorativa.[31]
Nazismo y HitlerEditar

Se ha sugerido que Adolf Hitler "es uno de esos pocos individuos de los cuales se puede decir con absoluta certeza que: sin él, el curso de la historia habría sido diferente",[32] o, que sin él, las cosas habrían sido muy diferentes.[33]

Hay poca duda que Hitler poseía un carisma y capacidad oratoria, pero también una ambición excepcional. Alguien quien -con una falta de escrúpulos absoluta- estaba dispuesto a sacrificar lo que fuera y/o considerara necesario en aras de sus objetivos. Pero tampoco hay duda que tanto los objetivos como los medios eran avalados por el Zeitgeist, y que Hitler encapsuló -voluntaria o accidentalmente- lo peor de ese espíritu de su época.[34] Si bien es posiblemente correcto que sin Hitler el nazismo no habría sido lo que fue, no es menos cierto que sin ese zeitgeist Hitler no habría sido lo que fue.
Retrato a lápiz de Adolf Hitler, 1923

Hitler conoció ese zeitgeist cuando vivió en Viena, entre 1908 y 1913, tratando de ganarse la vida como pintor. La Viena que Hitler conoció no solo era la ciudad culta y cosmopolita de la visión general sino también la que ha sido descrita como un cloaca de antisemitismo, racismo y políticas corruptas, con un parlamento -que Hitler visitó numerosas veces- paralizado por disensiones raciales y sectoriales intransigentes. Es ahí -se ha aducido- que Hitler adquirió su desprecio por la democracia, ahí donde vio por primera vez el saludo "heil" —entre los seguidores del pangermanista y antisemita radical Georg von Schönerer— y ahí adonde aprendió acerca de la propuesta de la eugenesia.[35]

Después de la Gran Guerra Hitler permaneció en el ejército donde fue asignado a una unidad especial -el "Departamento de Educación y Propaganda" - del Ejército de Baviera, bajo el comando del capitán Karl Mayr. Una función importante de ese departamento era dar a los soldados una razón aceptable -desde el punto de vista del ejército- de su derrota en la guerra. Esa razón se encontró fácilmente, dado el "espíritu de la época" y el del ejército, en "la traición de los judíos y comunistas".

En julio de 1919, Hitler fue asignado a un "Comando de Inteligencia" y ordenado espiar un pequeño grupo -autodenominado "Partido de los Obreros Alemanes" (DAP por sus siglas en alemán)- bajo sospecha de ser marxista o, por lo menos, socialista.[36] - Hitler se impresionó con la visión nacionalista y de solidaridad entre todos los miembros de la sociedad -pero anticomunista y antisemita- de Anton Drexler -fundador del grupo - quien a su vez, fue impresionado por la oratoria de Hitler: cuando uno de los miembros sugirió separar Baviera de Alemania y unificarla con Austria, Hitler pronunció un discurso oponiéndose y llamando en su lugar a "engrandecer a Alemania". Consecuentemente Dressler le ofreció al espía que se hiciera miembro de la organización, lo que Hitler hizo el 12 de diciembre de 1919,[37] convirtiéndose en el 55º individuo a ingresar[38] Al mismo tiempo se integró al Comité Ejecutivo del Partido, como séptimo integrante.[39] -Años después Hitler proclamó haber sido el séptimo en unirse al partido, afirmación que se ha demostrado ser falsa.[40]
Copia (falsificada) del Carnet de Afiliación al Partido Obrero de Hitler. El número real de su membresía era el 550 (55, el 500 era agregado para dar la impresión de un grupo más grande) pero con posterioridad el número de Hitler fue reducido para dar la impresión que Hitler fue uno de los fundadores del "partido".[41]

Hitler llegó a ser el protegido de Dietrich Eckart, otro de los fundadores y miembro de la Sociedad Thule, quien -junto con el resto de esa sociedad- creían en la llegada inminente de un "Mesías alemán".[42] Eckart -con ambiciones de poeta- había escrito acerca del "El Sin nombre", "El que todos sienten pero ninguno ha visto" y en Hitler creyó encontrarlo,[43] lo que se vio reforzado por su éxito como orador, pero el resto de los directores "del partido" lo encontraban prepotente y egoísta. Hitler reaccionó -julio de 1921- ofreciendo dimitir o ser nombrado jefe del partido (reemplazando a Drexler) con poderes ilimitados. El asunto fue finalmente puesto a una reunión general. La propuesta de Hitler fue aprobada por 543 votos a favor y uno en contra. En la reunión siguiente (29 de julio de 1921) del recientemente renombrado Partido Nacional Socialista Obrero Alemán, Hitler fue introducido -por primera vez- como Führer.

Esa posición fue conveniente para Hitler y su personalidad o estilo, librándolo de la obligación de tener que seguir cualquier programa o compromiso que no fuera conveniente en el momento, incluyendo las propuestas por él mismo. Pero de nuevo, no vemos la acción de un genio político, sino el resultado de, por un lado, el de la ilusión de personajes tales como Eckart y, por el otro, de la propuesta de sectores conservadores y nacionalista -tales como la de Forsthoff - que fueron utilizadas para producir una situación tal que le permiten proclamar: "Yo soy el partido".[44]

Así, los principales ideólogos del partido cuando éste llega al poder - Walter Darré, Dietrich Eckart, Hans Frank, Rudolf Hess, Heinrich Himmler, Robert Ley, Julius Streicher, Alfred Rosenberg, etc- muestran, entre los elementos que los caracterizan, una fe ciega en un líder, Hitler, quien es concebido como encarnando todas las calidades y Voluntad de poder o vida de "la nación" y -como tal, el único que puede determinar que es y no correcto, aceptable o incluso ético. En las palabras de un jerarca nazi: "Si el pueblo tiene confianza, y si la verdadera dirección popular esta presente, el Führer será capaz de hacer lo que desee con la nación... la gente le obedecerá ciegamente y ciegamente lo seguirán. El Führer siempre tiene la razón. Cada uno y hasta el último ciudadano debe decirlo (...) Sí, Uds. que nos llamaban sin dios, hemos encontrado nuestra fe en Adolf Hitler y a través de él hemos encontrado a Dios una vez más. Esa es la grandeza de nuestro día. Y esa es nuestra buena fortuna"[45]
El libro Mein Kampf.

Poseen también un enemigo mortal, responsable de todos los problemas que han afectado a los arios a través de la historia: las razas inferiores o Untermensch - (tales como los eslavos, los gitanos, y, especialmente, los judíos, responsables de la Conspiración judeo-masónico-comunista-internacional). Enemigos no solo mortales pero ineludibles, no solo porque así lo determina las leyes biológicas mismas, sino porque así lo determina el único que puede determinar esas cosas: Hitler, el Führer que nunca se equivoca, en su Mein Kampf. Los arios, como Raza superior es de donde viene el hombre creador, viril y guerrero. De esa raza proceden todos los triunfos de la especie humana. Sin embargo, también creen, como Spengler, que las civilizaciones creadas por los arios decaían y morían una vez sus elementos representativos se mezclaban racialmente con miembros de esas otras razas: "El resultado de todo cruce racial es, brevemente, siempre el siguiente: (a) descenso de la raza más alta. (b) regresión física e intelectual y consecuentemente el comienzo de una lenta pero inevitable enfermedad. Causar tal desarrollo es, entonces, nada pero un pecado contra el creador eterno. Y como pecado será tratado".-[46]

Una de las primeras medidas de Hitler como 'Führer' de los nazis fue organizar un grupo selecto, las Grupos de Asalto o SA -bajo control de uno de sus incondicionales, el ex oficial de ejército Ernst Röhm - y ordenarles "confrontar" socialistas en las calles. Esto llevó a un incremento en la popularidad del partido nazi entre sectores más extremos en los bares y cantinas en los que los nazis organizaban sus reuniones y de ahí, entre los "nacionalistas extremos" de la población general.[47] Entre las figuras que se unieron a los nazis se puede destacar a Heinrich Himmler; Hermann Göring y Joseph Goebbels. Las SA crecieron rápidamente, atrayendo miles de reclutas[48] al punto que -en 1922- se hizo posible y necesario crear una división para "novatos" de 14 a 18 años - la Jugendbund o Hermandad de los jóvenes- que eventualmente se transformó en las Juventudes Hitlerianas.

Tras encabezar un fallido intento de golpe de Estado en 1923, contra la República de Weimar, Hitler es condenado a prisión y recluido en un castillo. Una condena de 5 años, de la que finalmente solo cumplió once meses, le permitió escribir el libro semiautobiográfico Mein Kampf '(Mi lucha)' que pronto se convierte en el elemento que le faltaba al colectivo, un libro casi sagrado. En él declara firmemente su antisemitismo y su anticomunismo y deja claro que los arios son una raza superior a todas las demás.

En febrero de 1926 Hitler -en un discurso frente alrededor de sesenta de sus seguidores más selectos, incluyendo los gauleiteres- repudió las posiciones "socialistas" anteriores del partido, enfatizando que "el verdadero enemigo son los judíos", y que tanto el socialismo como la URSS -como creaciones judías- debían ser destruidas y que la propiedad privada debía ser respetada por los nazis.[49] Esto horrorizó a algunos de sus seguidores más cercanos y llevó al comienzo de una ruptura con la facción de Gregor Strasser, pero posibilitaba un acuerdo con sectores derechistas en el gobierno. Uno de los resultados inmediatos de ese vuelco a la derecha fue que en 1927 Wilhelm Keppler -un empresario- se unió al partido nazi. Y a través de él algunos otros -tales como Hjalmar Schacht (más tarde, ministro de economía de los nazis), Fritz Thyssen y el banquero Kurt von Schroeder- aceptaron financiar al partido.[50] [51] Esto se vio facilitado por la llegada de la crisis de 1929, lo que aumentó el caudal electoral nazi, llegando éste a obtener el 37% del voto popular (abril de 1932), con un aumento en la membresía de 27 000 en 1925 a más de 800 000 en 1931.
El ascenso al poder del nazismo
Economía política de los nazis
Propaganda
Política de higiene racial
Política exterior
Claves de la ideología nacionalsocialista temprana
El nazismo en la actualidad
Véase también
Notas y referencias
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